lunes, 27 de enero de 2014

Instantaneas viajeras. Sergio Nùñez Guzmàn.



Instantáneas viajeras

Sergio Núñez Guzmán


Unos viejos dignos estaban sentados en la única banca despintada del desquiciado  y único portal bizco de la despoblada localidad de la costa. Los vientos marinos traían y llevaban la brisa y con ella, sus cascadas voces.
-La niña de mi compadre, el mojao, se ha convertido en mujer, y, ¡qué mujer!
Aquella mujer, en el esplendor de su edad, firmemente plantada en la puerta de su pequeño negocio, parecía desafiar al mundo y a la vida misma. Retrato de la hermosura femenina de aquellos lugares, con gran seguridad decía al mundo, a los hombres: estoy aquí, si eres capaz, conquístame, ven por mí.
La fresca brisa traía las voces de  los viejos: Ya viene la fiesta del patrono del pueblo y ya empezaron a llegar los mojados. Ya apareció el Pancho chico y aunque está triste por la muerte de su papá, ya convenció a su mamá para que fuera a pedir a la hija del mojao. Aunque esta muchacha es muy coqueta. El otro Pancho, el que se quedó aquí y,  no se fue al otro lado, se ve con ella y ella no dice sí, pero tampoco no, sólo se deja querer por éste y con el otro se escriben cartas de amor. Mírenlos, ahí andan como gallitos de pelea. Pronto alguno de los dos se va a quedar tendido.
Dos hombres, cada uno por su calle, caminaban hacia el mismo punto, seguramente sabían la hora de la cita de los enamorados, pues ya caía la tarde.
-Compadre, te has dado cuenta que los Panchos andan armados con machetes, hasta  parece que van a cortar caña. Una de estas tardes se van a encontrar por aquí. Mira, ahí vienen.
-Defeño, me escuchas, ya nos están llamando para subir al camión.
-No escucha, está muy distraído.
-Corre al camión o te vas a quedar.
-Pero. . . Ahí están viéndose.


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