lunes, 7 de abril de 2014

Ensayo 'El escritor y el dragón' de Julio Torri por Lic. Sergio Núñez Guzmán



El escritor y el dragón en

                                                               JULIO TORRI

                                                                           Lic. Sergio Núñez Guzmán

         El inolvidable Julio Torri se hace presente una y otra vez, en sus breves y finos relatos llenos de ironía.
       Cuando leemos, entre otros, aquella prosa titulada El  héroe, imaginamos, de inmediato, un protagonista de hechos heroicos, y por esto convertido en héroe. Torri, a través de su narrador en primera persona, en seguida desengaña al lector, pues se trata de un heroísmo falso, ya que la primera actuación del héroe es matar con premeditación, alevosía y ventaja al dragón, que pagaba impuestos y depositaba, cándido, su voto en las urnas. El héroe, naturalmente, resulta "adulterado" y cobarde, es un antihéroe. El lector ve, así, que las palabras adquieren distintas connotaciones. El "yo" narrador juega con las palabras, y al mismo tiempo busca en el lector al compañero de ese juego. El emisor, Julio Torri, pone a disposición del narrador su conocimiento del mundo, siendo, además, el maestro de literatura que interroga desde el texto, por medio del narrador, a su lector alumno.
         Si el héroe no es héroe, entonces, el dragón no es dragón, o ¿en qué consiste el referente de este mensaje?, ¿de qué habla? El lector se encuentra ante una disyuntiva: entender al dragón como dragón o darle un segundo contenido.
         Todo indica que el dragón tiene, además del primer contenido, dragón, otras connotaciones.
         Pensar en dragón es imaginar una enorme lagartija "pechugona" con alas, y que echa fuego por la boca. Este concepto, desde luego, no está sacado del diccionario, brota desde el fondo de los recuerdos de lecturas hechas o escuchadas. Lo importante es el rasgo distintivo del dragón: echa fuego por la boca. ¿Quién es el dragón?, ¿cuál es el fuego que lanza por la boca? Reconocemos al dragón por su lengua, por sus palabras que son el fuego que arroja: "la sangre del dragón nos une"; "tu heroicidad me ha hecho tuya para siempre"; "la lengua del dragón fue el ábrete sésamo". La princesa, hija del rey, compañera del protagonista es quien pronuncia tales palabras; por tanto es el dragón; sin embargo, la última frase, "la lengua del dragón fue el ábrete sésamo", pone en duda la afirmación, porque la lengua del dragón es el verbo, las palabras que utiliza el "yo" narrador protagonista. De esta manera, aparece otro dragón; no hay que
olvidar al otro "inofensivo monstruo".
        En el enunciador del discurso están fundidos el narrador y el protagonista, ambos son el "yo" (maté al dragón). El autor, emisor del relato, se esconde, por decirlo así, detrás del narrador. Las palabras del "yo" (narrador protagonista/autor) son las que abren el sésamo. Si esto es así, el "yo" es el dragón, puesto que también arroja fuego (palabras) por la boca.
        El dragón es el inofensivo monstruo al que mató el protagonista; es, también, la princesa o venerable matrona con la que se casó el héroe; es, además, el narrador autor que abre el sésamo con sus palabras. El dragón es un ser polifacético, que se convierte en el objeto, primero, deseado por el héroe, puesto que mató al "inofensivo monstruo", y como resultado de su acción no tuvo "más remedio que apechugar con la hija del rey", y después ese objeto es no deseado por el mismo héroe; no desea la compañía del dragón, "envidia la sepultura olvidada de los héroes sin nombre", rechaza su propia heroicidad al "haber comprado con una villanía bienestar y honores". El héroe abrió el sésamo y ahora no lo acepta. El sésamo es la palabra mágica que abre la cueva de Alí Baba, el lugar donde se unen los amantes que cometen villanías: el héroe y su princesa. El sésamo es el matrimonio con el que "no hubo más remedio que apechugar" para cubrir las apariencias en "inocente simplicidad".
        El héroe mata al inofensivo dragón que no echa fuego por la boca, y termina durmiendo con otro que sí lo hace, de lo que no se arrepiente el resto de su vida. 
        Julio Torri parece que fue un solterón empedernido, pues oficialmente nunca estuvo casado. El matrimonio de Torri es otro.  Está casado con su obra, con las palabras que rasgan el sésamo del dragón, la blancura del papel, con la pasión de la que no se arrepintió en toda su vida: la literatura.
        Julio Torri es el creador de un mundo literario, en donde lo característico de esta creación es el fuego de la palabra, su ironía, su ambigüedad. Es el maestro, que desde el silencio de sus escritos, quiere jugar con el lector, y lanza la pregunta: ¿qué es el dragón? Si el lector es capaz de encontrar, primero, la pregunta, y después, la respuesta; no dejará de sentir la fascinación que causan los textos de Julio Torri.

                                                                  SERGIO NúÑEZ GUZMáN

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