Estela y hombre
Lic.
Sergio Núñez Guzmán
Las palabras que constituyen la lengua española son en un ochenta por
ciento, aproximadamente, de origen latino. ¿Esto quiere decir que hablamos
latín? No, sólo usamos las palabras latinas que han evolucionado a través de
los siglos, y así, han conformado las llamadas lenguas romances, entre ellas,
el español. Otra cosa es explicar cómo se han transformado los vocablos latinos
y han originado el nuevo léxico de las lenguas
romances o neolatinas (nuevos latines). La dificultad está precisamente
en hacer explícita la evolución de las palabras latinas. Si pensamos en la voz
latina stel/la, no será difícil
identificarla con la española estela
o con estrella. Tenemos de stella > estela. Si observamos que en latín la -ll- se pronuncia como doble l/l, sabremos la
razón de la -l- de estela. Por otro lado, el español
suele anteponer una e- como
apoyo fonético a las palabras que empiezan con s- más consonante,
y así de stella > stel/la > estela. Esta e-
colocada al principio de palabra como apoyo fonético recibe el nombre de prótesis. En estrella, además de la e-
protética, hay una -r- epentética, es decir, se ha interpuesto un sonido en medio de la
palabra por lo que de stel/la >
estel/la > estrella. La alveolar, lateral, sonora, latina l/l se convierte en la palatal,
fricativa, sonora, española, por lo que de estel/la > estrella. Y cuando se adiciona un sonido al final
del vocablo, aparece la paragoge.
Ejemplo: infelice por infeliz.
Si las voces aceptan añadir
sonidos en principio, prótesis;
en medio, epéntesis; y, en fin
de palabra, paragoge; también
existe la posibilidad contraria, es decir, suprimir sonidos en principio, aféresis; en medio, síncopa; y, en fin de vocablo, apócope.
En el diccionario latino aparece la palabra homo, inis; a la
que leemos como nominativo, singular, masculino: homo; y, genitivo, singular, masculino: hóminis. El español, sin embargo, evoluciona los nombres a partir
del caso acusativo, singular y
plural. El acusativo singular de homo,
es hóminem, que en su evolución
al español produce hombre. Y
así, de hóminem > hombre.
Obsérvese el término culto homínido. La
comparación entre hóminem y hombre nos hace ver, primero, la desaparición de la -m final, latina; lo que se puede
considerar como apócope; después
la ausencia de la -i- intermedia
constituye una síncopa; y, aún,
la h- representaba un sonido
inicial aspirado, que a partir del siglo XVI deja de aspirarse, por lo que es
posible hablar de aféresis o
supresión de sonidos al inicio de palabra.
En hóminem al suprimir
la -m final resta homine y al sincopar la -i- queda homne; aquí, es fácil ver la presencia del grupo de consonantes
nasales -mn- que, en español, se
disimilan, por lo que la alveolar,sonora,nasal -n- cambia en su correspondiente
alveolar, sonora,oral -r-. Se
observa la oposición del rasgo distintivo n/r o sea nasal/ oral. Así de hómine > homne
> homre. En español, aparece
una -b- epentética debido a la -m-
bilabial, que comparte este rasgo fonético con la b (bilabial) de la epéntesis. Y así, obtenemos de homre > hombre.
Mientras el español, en éste y otros ejemplos parecidos, sigue el
camino de la disimilación, el
francés, el italiano, el portugués prefieren la asimilación, por ejemplo: de homine > homne
> homme (francés); uómo (italiano); homem (portugués).
Sergio Núñez Guzmán
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