martes, 8 de abril de 2014

Ensayo etimológico acerca de 'Estela y hombre' por Lic. Sergio Núñez Guzmán



Estela y hombre
                                                                  Lic. Sergio Núñez Guzmán

Las palabras que constituyen la lengua española son en un ochenta por ciento, aproximadamente, de origen latino. ¿Esto quiere decir que hablamos latín? No, sólo usamos las palabras latinas que han evolucionado a través de los siglos, y así, han conformado las llamadas lenguas romances, entre ellas, el español. Otra cosa es explicar cómo se han transformado los vocablos latinos y han originado el nuevo léxico de las lenguas  romances o neolatinas (nuevos latines). La dificultad está precisamente en hacer explícita la evolución de las palabras latinas. Si pensamos en la voz latina stel/la, no será difícil identificarla con la española estela o con estrella. Tenemos de stella > estela. Si observamos que en latín la -ll- se pronuncia como doble l/l, sabremos la razón de la -l- de estela. Por otro lado, el español suele anteponer una e- como apoyo fonético a las palabras que empiezan con s- más consonante, y así de stella > stel/la > estela. Esta e- colocada al principio de palabra como apoyo fonético recibe el nombre de prótesis. En estrella, además de la e- protética, hay una -r- epentética, es decir, se ha interpuesto un sonido en medio de la palabra por lo que de stel/la > estel/la > estrella. La alveolar, lateral, sonora, latina l/l se convierte en la palatal, fricativa, sonora, española, por lo que de estel/la > estrella. Y cuando se adiciona un sonido al final del vocablo, aparece la paragoge. Ejemplo: infelice por infeliz.

Si las voces aceptan añadir sonidos en principio, prótesis; en medio, epéntesis; y, en fin de palabra, paragoge; también existe la posibilidad contraria, es decir, suprimir sonidos en principio, aféresis;  en medio, síncopa;  y, en fin de vocablo, apócope.

En el diccionario latino aparece la palabra homo, inis; a la que leemos como nominativo, singular, masculino: homo; y, genitivo, singular, masculino: hóminis. El español, sin embargo, evoluciona los nombres a partir del caso acusativo, singular y plural. El acusativo singular de homo, es hóminem, que en su evolución al español produce hombre. Y así, de hóminem > hombre. Obsérvese el término culto homínido. La comparación entre hóminem  y hombre nos hace ver, primero, la desaparición de la -m final, latina; lo que se puede considerar como apócope; después la ausencia de la -i- intermedia constituye una síncopa; y, aún, la h- representaba un sonido inicial aspirado, que a partir del siglo XVI deja de aspirarse, por lo que es posible hablar de aféresis o supresión de sonidos al inicio de palabra.  

En hóminem al suprimir la -m final resta homine y al sincopar la -i- queda homne; aquí, es fácil ver la presencia del grupo de consonantes nasales -mn- que, en español, se disimilan,  por lo que la  alveolar,sonora,nasal -n- cambia en su correspondiente alveolar, sonora,oral -r-. Se observa la oposición del rasgo distintivo n/r o sea nasal/ oral. Así de hómine > homne > homre. En español, aparece una -b- epentética debido a la -m- bilabial, que comparte este rasgo fonético con la b (bilabial) de la epéntesis. Y así, obtenemos de homre > hombre.

Mientras el español, en éste y otros ejemplos parecidos, sigue el camino de la disimilación, el francés, el italiano, el portugués prefieren la asimilación, por ejemplo: de homine > homne > homme (francés); uómo (italiano); homem (portugués).

Sergio Núñez Guzmán                    

No hay comentarios:

Publicar un comentario