lunes, 7 de abril de 2014

'La herencia griega en los helenismos, IV por Lic. Sergio Núñez Guzmán



                               La herencia griega en los helenismos
                                                        Lic. Sergio Núñez Guzmán

            Multitud de palabras griegas, primero, pasan al latín, después a las lenguas romances y al inglés; una de éstas ha sido kathédra (kata- + hédra), silla, asiento; de donde deriva la cathedral inglesa y la catedral española, pues en ella se encuentra la silla o asiento del obispo. El significado original de cátedra aparece en la expresión ex cathedra, literalmente, desde la silla, pero se especializó en significar desde la silla del maestro, es decir, con autoridad.
            El sustantivo kathédra evoluciona su dental intervocálica, oclusiva sorda t en su correspondiente dental oclusiva, sonora d (las intervocálicas oclusivas sordas p,t,k pasan al español como b,d,g); y el grupo de consonantes dr latino pasa al español como d (Otro ejemplo puede ser quadraginta -cuadragésimo- cuarenta), por lo que kathédra da cadera; y así, en francés antiguo se pierde la dental intervocálica y se origina chaëre (la ka inicial latina pasa al francés como ch),  de donde se formó la chair del inglés y la variante chaise del francés moderno.
            Apothéeka, almacén, pasa al latín apotheca y al español apoteca, junto con la variable popular: bodega, así de apotheca tenemos bodega. Se observa una correspondencia perfecta en el romanceamiento de las consonantes, pues todas son, en apotheca, intervocálicas simples, oclusivas, sordas; y al pasar al español siguen siendo intervocálicas simples, oclusivas, pero ahora sonoras; además, vemos el exacto intercambio entre las bilabiales p en b; las dentales t en d y las velares k en g. Es un ejemplo digno de recordarse el cambio de apoteca en bodega. La pérdida del sonido inicial (a) recibe el nombre de aféresis.
El derivado del verbo griego eleéoo, compadecerse, es eleeemosúnee, limosna; en los cambios que sufrió la posición del acento en este sustantivo está el juego del romanceamiento o su paso al latín eleemósyna, y de aquí, la elemósina o limósina italiana y la limosna española, donde la y(ü)psilón griega o la y latina se perdió por ser postónica o sea intermedia átona. Si la pérdida de un sonido inicial constituye la aféresis, en medio de palabra es una síncopa o una elisión. De todos nosotros es conocido el apócope de ciento, cien; donde se pierden los sonidos finales del vocablo. En francés, eleemósyna dio aumône; al intentar explicar este término, encontramos que eleemósyna registra las variantes alemósyna y alemosína, esto aclara, entre otras cosas, la presencia de la a de aumône. Se encuentra, además, la doble pérdida de las vocales intermedias átonas, tanto protónica (antes de la sílaba tónica, acentuada), como de la postónica (después de la sílaba tónica, acentuada). Veamos: al(e)mós(i)na >(origina) almósna. El acento circunflejo de aumône explica la caída de la s, por lo que resta almôna; la l del grupo de consonantes lm se vocaliza en -u- (como en pulmonem, poumon). Ahora tenemos de almôna>aumôna. El género y número gramaticales se indican, en francés, con la desinencia -e, que sustituye a la -a final latina, con lo que se obtiene aumône. Y, en inglés, se encuentra alms, lo que parece increible.      

             SERGIO NÚÑEZ GUZMÁN                                  

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