viernes, 28 de marzo de 2014

¿A quién le importa? por Sergio Núñez Guzmán



¿A quién le importa?
                                                                  Sergio Núñez Guzmán


Uno de los pocos placeres que tiene el habitante de esta contaminada ciudad es el buscar oxigenar los pulmones yendo a caminar a un sitio arbolado. Para el habitante del sur de esta urbe, el encuentro de un sitio arbolado como lo es el bosque de Tlalpan representa un agrado que se repite puesto que las personas solemos gustar de la hermosura; y esto es el bosque de Tlalpan: la hermosura, la tranquilidad y la paz, el oxígeno dador de vida y de alegría para el ciudadano común y corriente amante de los bellos senderos del bosque.
La gente termina por acostumbrarse a ir lo más seguido posible a caminar y a ejercitar el cuerpo. Las edades de los paseantes van desde la más tierna juventud hasta personas de la llamada tercera edad. Hay que decir, en honor de la verdad, que predominan los adultos. Quien escribe estas líneas ha gozado enormemente de esta experiencia, de darse el lujo de perderse entre los árboles. Las visitas han sido continuas, pero... interrumpidas por diversos periodos debido a las necesidades del trabajo.
En esta edad adulta, muchos de los que vamos a caminar al bosque, tal vez buscamos cansar el cuerpo para descansar al espíritu.
Hacer el recorrido, más o menos completo, de la periferia del bosque lleva aproximadamente dos horas. En ocasiones, con paso lento, en otras, con paso rápido y, seguramente dependiendo del estado de ánimo, se va por los senderos. El cuerpo muestra su agrado por el sudor que exhala, adquiere otra temperatura, paulatinamente surge la agradable necesidad de saciar la sed. El caminante aprieta el paso para llegar al hidrante que está casi a la entrada principal del bosque, ahí premia su propio esfuerzo bebiendo de la llave, de la que brota agua fresca, se siente un sabor distinto, sabor degustado por el esfuerzo corporal. Se da el placer no comprado de saciar la sed.
El cansado y sediento el hombre llega presuroso al bebedero y al ir a calmar la sed encuentra la manija de la llave quitada y quiso convertir su mano en pinzas para poder girar el perno que impedía la salida del agua. Al buscar respuesta, encontró otra llave más abajo de la mitad del hidrante con su correspondiente manija; sin embargo, para las personas de edad avanzada es casi imposible inclinarse hasta muy cerca del piso y extender los brazos para recibir en el hueco de sus manos el chorro de agua calmante de la sed y, muchas personas, con mirada triste y con los pies salpicados y mojados, simplemente se retiran.
Casi enfrente de la llave está un próspero negocio de jugos y junto a él una enorme tina con montones de botellas plásticas de agua cubiertas de hielo.

Dos días después la llave se había reemplazado por otra.
         ¿A quién le importa?

Bosque de Tlalpan 12 de julio de 1997

Sergio  Núñez  Guzmán

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