viernes, 21 de marzo de 2014

Ensayo La ficción en el Ulises Criollo por Sergio Núñez Guzmán



La ficción en el Ulises Criollo.    

Sergio Núñez Guzmán

Sin importar la página en que se abra el Ulises Criollo de José Vasconcelos, aparece de inmediato el “yo” omnipresente y polifacético, que no puede corresponder al “yo” del autor, sino al “yo” del narrador en que se ha transformado el propio escritor, pues es a través de este yo narrador que los hechos se transmiten al lector. El narrador no es el autor sino un personaje más de los hechos narrados, y este narrador representa un papel ideado para él por el autor mismo; aquí encontramos la relación entre el yo autor y el yo narrador, en donde el yo autor enajena su relato y se lo atribuye al narrador en primera persona: “yo”.

En el Ulises Criollo, el narrador habla en primera persona y, por tanto, es el protagonista de la enunciación y también es el protagonista de los hechos enunciados; produce el discurso y es el actor principal en los acontecimientos relatados, por lo que el texto está dado bajo el paralelismo: yo/yo.

Esta relación yo narrador/yo protagonista permite que el narrador invada al protagonista para imponerle su lógica y su discurso y a la inversa, es decir, se contaminan mutuamente. ¿Cómo distinguir si la enunciación de crítica estética pertenece al yo protagonista o al yo narrador? ¿A quién atribuir la enunciación de los sucesos amorosos, al yo narrador o al yo protagonista? La constante presencia del “yo” nos remite a un “yo” político, esposo, amante, creyente, abogado, crítico social, escritor, etcétera. Estos distintos “yoes” están descritos por el yo narrador y los “yoes” constituyen lo narrado por el “yo”.


El yo protagonista tiene diversos “alter ego” y uno de éstos es el narrador. Naturalmente que este narrador en primera persona es un narrador comprometido con los hechos que forman la intriga, y por tanto, es un narrador parcial y que desde luego toma partido; debido a esto es posible decir que el Ulises Criollo es una obra comprometida con los ideales del personaje protagonista, pero es algo muy distinto el que el lector acepte o rechace el compromiso en busca de determinados ideales que plantea ya no el narrador sino el protagonista.

La visión del mundo que nos da el narrador al estar contaminada del yo protagonista, es subjetiva y es parcial; de esta manera, la visión del mundo obtenida por el lector, no es objetiva, ya que no corresponde a un criterio de verdad lógica, sino de verosimilitud, puesto que el lector acepta creer lo propuesto por el narrador, aunque de antemano sabe que se trata de una visión parcial y subjetiva de esa realidad descrita en el texto. El yo narrador ambiciona que su ficción sea percibida como real; sin embargo, un lector suspicaz puede descubrir la manera convencional y manipulada de cómo se tratan los acontecimientos narrados.

Lo que el escritor puede decir como narrador, en muchas ocasiones, no lo puede decir como ser social, ya que de hacerlo implicaría una profunda contradicción desde el origen del discurso. La posición parcial y frecuentemente contradictoria del “yo amante” y del “yo religioso” encierra un grave conflicto con el “yo héroe protagonista” (Vasconcelos), pero no con el “yo narrador”.                                                            
No es posible negar que este texto aspira al máximo de verosimilitud por los elementos que ha tomado de la realidad cotidiana (personajes, situaciones, eventos), pero que utiliza para inventar otra realidad: la ficción, la novela.

Se encuentran datos pertinentes en la obra con los cuales podemos organizar mentalmente la evocación de referentes posibles que se presentan como efectos de realidad, pero que son a su vez producto del discurso literario, es decir, de la ficción.

Tanto la presencia del narrador como el efecto de verosimilitud sitúan al texto en la ficción, en la literatura.


     Sin importar la página en que se abra el Ulises Criollo de Vasconcelos, aparece de inmediato el "yo" omnipresente y polifacético, que no puede corresponder al "yo" del autor, sino al "yo" del protagonista, personaje de la historia narrada por otro personaje de papel, es decir, ficticio, el narrador, inventado por el autor para relatar unos acontecimientos, que pueden ser los propios o los ajenos. Es a través del narrador "yo" que los hechos se transmiten al lector. El "yo" autor enajena su relato y lo atribuye al narrador en primera persona "yo". Lo que sucede es que hay un doble discurso simultáneo: el primero dado en la dimensión pragmática, la escritura del autor es innegable, real y verdadera; el segundo está dado en una dimensión semántica puesto que es producto de un narrador, personaje ficticio pero verosímil.

     En el Ulises Criollo el narrador habla en primera persona y por tanto es el protagonista de la enunciación, también es el protagonista de los hechos enunciados, produce el discurso y es el actor principal de la historia relatada, por lo que el texto se encuentra bajo el paralelismo yo/yo.

     La relación del lector con el texto se da por medio del (yo) narrador, es decir, el lector conoce, primero, al (yo) protagonista de la historia y después, en una lectura contextual, al (yo) ser de la vida real (el autor); pero este conocimiento es suministrado por el narrador, lo que permite la manipulación del discurso, de la enunciación y de lo que se cuenta, lo enunciado.

     La relación yo narrador/yo protagonista permite que el narrador invada al protagonista, y le imponga su lógica, su discurso, y a la inversa, se contaminan mutuamente. ¿Cómo distinguir si la enunciación de crítica estética pertenece al yo narrador o al yo protagonista? ¿A quién atribuir la enunciación de los sucesos amorosos, al yo narrador o al yo protagonista? La constante presencia del sujeto "yo" nos remite a otro "yo", objeto del primero, ser de la vida real (el autor). Cada "yo" constituye la enunciación y lo enunciado por el "yo" narrador.


     El "yo" autor tiene diversos "alter ego", y uno de estos es el narrador, éste, naturalmente, está comprometido con los hechos que forman la intriga, se trata de un narrador parcial, comprometido con los ideales del protagonista, ya que tanto el narrador como el protagonista son otros "alter ego" del autor. El lector, por otro lado, puede aceptar o rechazar el compromiso planteado ya no por el protagonista, sino por el autor  a través de su narrador. 

     La visión del mundo sugerida por el narrador al estar contaminada por los "alter ego" es subjetiva y es parcial. La visión que obtiene el lector no es objetiva, ya que no corresponde a un criterio de verdad lógica, sino de verosimilitud. El lector acepta creer lo propuesto por el narrador, pero de antemano sabe que se trata de una visión parcial y subjetiva de la realidad descrita por el texto. El "yo" autor ambiciona que su ficción sea percibida como real. El lector suspicaz descubre la manera convencional y manipulada de cómo han sido tratados los acontecimientos narrados.

     Aquello que el escritor puede decir como narrador, en muchas ocasiones, no lo puede decir como autor, ya que de hacerlo, implicaría una profunda contradicción en el origen mismo de la enunciación. La posición parcial y frecuentemente contradictoria del "yo" amante y del "yo" religioso encierra un grave conflicto con el "yo" ser de la vida real (Vasconcelos), pero no con el "yo" narrador.

     No es posible negar que este texto aspira al máximo de verosimilitud por los elementos que ha tomado de la realidad cotidiana (personajes, situaciones, eventos, etcétera), pero que utiliza para inventar otra realidad: la ficción, la novela.

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