Ooka y el olor robado
Una visión del mundo, ¿Taoísmo?
Sergio Núñez Guzmán
Profesor de la ENP, Plantel 2
También
nosotros tenemos que mostrar lo que somosProfesor de la ENP, Plantel 2
Proverbio azteca
Quien es docente en la asignatura de literatura universal tiene, como tarea
fundamental, que explicar los contenidos de las muy diversas obras que
constituyen esta materia, y así, el esclarecimiento del significado va mucho
más allá del texto mismo, puesto que las grafías al mostrarse en la blancura de
la página no manifiestan sus contenidos, significados o sentidos que ahí
están sin estar, pues son intangibles e invisibles.
La
realidad está frente al lector, es la hoja de papel que encierra saberes
individuales y colectivos, es donde se encuentra encerrada la herencia de
cultura que transmite la sociedad a cada una de las personas que la conforma.
La
tarea esencial es descubrir en qué consiste y en cómo se comunica esta posesión
cultural. La respuesta a estas interrogantes es el conocimiento del logos,
del verbum, de la palabra que transmite lo que la colectividad
concibe como su propia ideología o visión del mundo.
La
literatura tiene como materia prima los vocablos multiplicadores de sus propias
acepciones, pues la palabra es, tan solo, un acercamiento a la realidad
a través de la imagen que nace en la mente al percibir sonidos articulados.
La palabra
es el Verbum Divino, comunicación de Dios con el hombre, es el logos,
el pensamiento, la razón que permite descubrir al otro, a lo otro; al yo que es
el otro y con él a lo otro, al ser.
El
hombre se convence de que la única manera de adueñarse de la realidad es a
través de las palabras, ya que éstas encierran el secreto de su contenido en
deslumbrantes cofres de poesía y de prosa. Querer enseñorearse de la realidad
es, primero, apropiarse de la palabra que la nombra.
El
receptor se sorprende al escuchar el verso gongorino: media luna las armas
de su frente, ya que la comunicación es clara en todos y cada uno de los
vocablos que la constituyen; sin embargo, ¿cuál es su sentido?, ¿cuál es su
alcance?
Una
lectura a profundidad busca encontrar el significado, es decir, el logos que
señala el ser y no el estar de la expresión.
La
lectura reflexiva de los logoi conduce al descubrimiento del contenido toro,
y así, el mensaje se transforma en la alegría de la comprensión, que a su vez
plantea nuevas interrogantes, que llevan a nuevos significados y, por tanto, a
nuevas sorpresas. ¿Qué sentido tiene, en este contexto literario, la voz toro?
El rasgo distintivo del toro es su bravura, su valentía
para enfrentar el destino. La frase acarrea un sentido social en su visión del
mundo, pues la valentía únicamente tiene significado en relación al hombre.
Las
palabras, los sonidos articulados, las grafías que los representan, son el
cuerpo que oímos y vemos, en cambio, el sentido invisible e intangible es el
espíritu. El alma que alienta al verbum deja de ser individual para ser
colectiva, ya que la palabra permite la comunicación con el otro, este logos
es el que hereda la cultura al yo individual, al yo colectivo, pues el hombre
hereda al hombre.
Entender
el espíritu que anima a un pueblo, únicamente se puede realizar a través de su verbum,
de su logos, que de una u otra forma da las razones del ser individual y
colectivo.
Pareciera que las reglas de comunicación juegan con el lector, puesto que
la expresión transportadora del contenido admite diversas lecturas, lo que
autoriza cuestionar la frase: media luna las armas de su frente, y
plantear las preguntas siguientes: ¿dónde está el contenido toro?,
¿dónde está el contenido valentía? Estos contenidos inéditos nacen de
las relaciones que se establecen entre las unidades del conjunto. De lo aquí
expuesto surgen al menos tres posibilidades de lectura: la denotativa,
donde la expresión es paralela al contenido; la connotativa, lectura que
rompe el paralelismo entre la expresión y el contenido; la tercera lectura es
una abstracción total, ya que el lector sólo separa los rasgos pertinentes de
significado, con los que construye el propio referente. Es a partir de estas
estructuras donde se sustenta la concepción del mundo que revela el
ser de una sociedad.
El
docente de la asignatura de la literatura comprende la necesidad de solidificar
su argumentación, en el análisis textual, con el conocimiento de la cultura de
la sociedad a la que corresponde el texto estudiado. Es claro que, primero,
cualquier docente ha de entender para luego explicar, de esta manera, las
razones para la argumentación tienen, como límite, la capacidad del hombre para
emitir o recibir los mensajes contenidos en lo que le es propio, es decir, en
su idioma.
El
lector suspicaz es consciente de la presencia, sobre todo en las buenas obras
de literatura, de una filosofía que soporta una ideología o visión
del mundo, que exhibe, al mismo tiempo, al individuo y a la sociedad.
Se
presenta en el cuento Ooka y el olor robado, tomado de la literatura japonesa,
la ética de un pueblo que revela el propio sistema de valores y con éste
la propia ideología, en donde la narración enajena contenidos de la filosofía
taoísta.
La
concepción y las ideas tomadas del pensamiento taoísta, que se aplican
al trabajo, son las siguientes:
EL
TAOÍSMO
puede ser una religión, una ética, un sistema del mundo y una inspiración que
se insinúa sin esfuerzo en toda la actividad de los pueblos orientales. La
denominación de taoísmo deriva de Tao que significa: la vía, el camino.
El Tao es lo real auténtico, existente por sí mismo, animado por un
movimiento autónomo; es un camino que anda. Es, al mismo tiempo, la referencia
de todo lo que existe. La vía acoge a quien la encuentra, o, mejor, a quien la
vuelve a encontrar.
Lectura
del cuento: Ooka y el olor robado.
Ooka y el olor robado, ¿acaso, se puede robar un olor?, ¿acaso, hay juez que
juzgue acerca de un olor robado?, ¿cuál es el olor que se roba?, ¿acaso, Ooka
es quien juzga acerca del olor robado?
Ooka y el olor robado
I.G. Edmonds
Versión: Sergio Núñez Guzmán
Ahora,
esto pasó así, en los días del viejo Yedo, como una vez se llamó Tokio, en
donde los cuentistas narraban maravillosas historias de agudeza y sabiduría de
su Honorable Honor, Ooka Tadasuke. Este famoso juez nunca rehusó escuchar una
querella, aun si pareciera extraña y fuera de toda razón. Las personas algunas
veces venían a su corte con los casos más raros pero Ooka siempre estaba de
acuerdo en escucharlos. Y el caso más extraño de todos fue el famoso caso del
olor robado.
Todo
empezó cuando un estudiante pobre rentó un cuarto sobre una fonda, donde se
freía la comida que se vendía. El estudiante era un joven muy simpático, pero
el fondero era un miserable pues creía que todos trataban de robarlo. Un día
escuchó al estudiante hablando con uno de sus amigos.
“Es
triste ser tan pobre que sólo uno pueda comer puro arroz”. El amigo se quejaba.
“Oh”,
dijo el estudiante, “encontré una respuesta muy satisfactoria al problema. Como
mi arroz cada día mientras el fondero en el piso bajo fríe su pescado. El olor
sube, y mi humilde arroz parece tener mucho más sabor. Es, en realidad, el
olor, tú sabes, el que hace que las cosas sepan tan bien”.
El
fondero se puso furioso. Pensar que alguno gozaba gratis el olor de su pescado.
“Ladrón”, gritó. “Te demandaré para que me pagues por los olores que me has
robado”.
“Un
olor es un olor”, el joven contestó. “Cualquiera puede oler lo que quiera. No
te pagaré nada”. Morado de coraje, el fondero corrió a la corte de Ooka y
demandó al estudiante por robo. Por supuesto, todo el mundo se rió de él,
porque... ¿cómo podría alguien robar un olor? Ooka seguramente enviaría
al hombre al carajo. Pero, para sorpresa de todo el mundo, el juez estuvo de
acuerdo en escuchar el caso.
Toda
la gente estuvo a tiempo en la corte. Ooka explicaba: “si este hombre percibe
lo suficiente acerca de sus olores para hacer una demanda está en su derecho
para que yo, como magistrado de la ciudad, escuche el caso”. Frunció el ceño a
los diversos espectadores.
Con
seriedad Ooka se sentó en el estrado y escuchó la evidencia. Entonces
entregó su veredicto.
“El
estudiante es obviamente culpable”, dijo con seriedad. “Tomar la propiedad de
otra persona es robo, y no puedo ver que un olor sea diferente de cualquier
otra posesión”.
El
fondero estaba encantado, pero el estudiante estaba horrorizado. Era muy pobre
y por lo menos debía al fondero tres meses de olores. Seguramente iría a parar
a la cárcel.
“¿Cuánto
dinero tienes?” Le preguntó Ooka.
“Sólo
cinco monedas, Honorable Honor”, contestó el muchacho. “Y las necesito para
pagar mi renta, o seré arrojado a la calle”.
“Permíteme
ver las monedas”, dijo el juez.
El
joven las mostró en su mano. Ooka asintió y le dijo que las dejara caer de una
mano a otra.
El
juez escuchó el grato tintineo de las monedas y dijo al fondero: “Ya fuiste
pagado. Si tienes algunas otras demandas en el futuro, por favor tráelas a esta
corte. Es nuestro deseo que todas las injusticias sean castigadas y toda virtud
recompensada”.
“Pero,
Su Honorabilísimo Honor”, el fondero protestó: “No conseguí el dinero. El
ladrón lo dejó caer de una de sus manos a la otra. ¡Ve! No tengo nada”. Levantó
sus manos vacías mostrándolas al juez.
Ooka
lo vio seriamente. “Es fallo de la corte que el castigo iguale al delito. He
decidido que el precio del olor de la comida sea el sonido de las monedas. La
justicia como de costumbre ha prevalecido en mi corte”.
Este
apólogo trata de un robo, pero de un robo increíble, ya que es imposible robar
un olor; entonces, ¿qué se roba? Hay alguien que denuncia el robo de olor, lo
que está fuera de toda lógica, puesto que los olores son intocables e
inaprensibles; sin embargo, hay otro alguien que está dispuesto a emitir un
fallo acerca de este hecho.
La
contestación al acto del robo es lo dicho por el juez Ooka: un robo es un robo.
Lo que juez afirma, categórico, es que un robo es un robo, pues sólo así
justifica su ser, el ser juez, el impartir justicia. Lo que parece
injustificado, puesto que no puede ser delito, es el juicio establecido por un
olor robado. La pregunta es: ¿por qué el juez Ooka juzga el caso del olor
robado? Ooka juzga porque lo que quiere robar el fondero, es lo que justifica
el ser de Ooka, el ser juez, el ser la justicia.
Ooka
es la justicia impartida al pueblo, la justicia emanada de la narración como un
ser real y autosuficiente, que existe por sí mismo, inaprensible, percibida en
la alternancia de otros seres: los hombres en busca de justicia, de la vía o
del camino que permite la felicidad.
La
reflexión aprueba recuperar la teoría. En la primera lectura denotativa:
el olor se comprende como un olor, y el robo como un robo; en la segunda lectura
connotativa: el olor es lo inmaterial, es lo que no se puede robar, así,
el olor es algo más que el olor, y el robo es el robo de lo intangible, en esta
lectura connotativa la expresión olor no corresponde al contenido olor,
ni tampoco la expresión robo corresponde al contenido robo.
En
la tercera lectura ideológica o visión del mundo se da una aleación de
significados que da como resultado una simbiosis donde se expresa al ser del
juez Ooka: la justicia.
La
ideología radica en la visión que cada uno de los personajes tiene de la
realidad, pues el fondero, al querer cobrar los olores de su cocina, comete
injusticia, y el juez Ooka, también, en apariencia, es injusto, y niega la
razón de su ser.
La
hermosa sorpresa del juez Ooka es su dictamen: “Es fallo de la corte que el
castigo iguale al delito. He decidido que el precio del olor de la comida sea
el sonido de las monedas. La justicia como de costumbre ha prevalecido en mi
corte”, con lo que se restablece la esencia del juez Ooka: la justicia, y con
ello el equilibrio social: la paz, el camino a seguir, el TAO, que ilumina la
conducta del hombre.
¿Cuántos jueces
Ooka necesita nuestra sociedad para encontrar la justicia?
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