miércoles, 5 de marzo de 2014

Ooka y el olor robado Una visión del mundo, ¿Taoísmo?



Ooka y el olor robado
Una visión del mundo, ¿Taoísmo?

Sergio Núñez Guzmán
Profesor de la ENP, Plantel 2
También nosotros tenemos que mostrar lo que somos
Proverbio azteca
Quien es docente en la asignatura de literatura universal tiene, como tarea fundamental, que explicar los contenidos de las muy diversas obras que constituyen esta materia, y así, el esclarecimiento del significado va mucho más allá del texto mismo, puesto que las grafías al mostrarse en la blancura de la página no manifiestan sus contenidos, significados o sentidos que ahí  están sin estar, pues son intangibles e invisibles.
La realidad está frente al lector, es la hoja de papel que encierra saberes individuales y colectivos, es donde se encuentra encerrada la herencia de cultura que transmite la sociedad a cada una de las personas que la conforma.
La tarea esencial es descubrir en qué consiste y en cómo se comunica esta posesión cultural. La respuesta a estas interrogantes es el conocimiento del logos, del verbum, de la palabra que transmite lo que la colectividad concibe como su propia ideología o visión del mundo.
La literatura tiene como materia prima los vocablos multiplicadores de sus propias acepciones, pues la palabra es, tan solo, un acercamiento a la realidad a través de la imagen que nace en la mente al percibir sonidos articulados.
La palabra es el Verbum Divino, comunicación de Dios con el hombre, es el logos, el pensamiento, la razón que permite descubrir al otro, a lo otro; al yo que es el otro y con él a lo otro, al ser.
El hombre se convence de que la única manera de adueñarse de la realidad es a través de las palabras, ya que éstas encierran el secreto de su contenido en deslumbrantes cofres de poesía y de prosa. Querer enseñorearse de la realidad es, primero, apropiarse de la palabra que la nombra.
El receptor se sorprende al escuchar el verso gongorino: media luna las armas de su frente, ya que la comunicación es clara en todos y cada uno de los vocablos que la constituyen; sin embargo, ¿cuál es su sentido?, ¿cuál es su alcance?
Una lectura a profundidad busca encontrar el significado, es decir, el logos que señala el ser y no el estar de la expresión.
La lectura reflexiva de los logoi conduce al descubrimiento del contenido toro, y así, el mensaje se transforma en la alegría de la comprensión, que a su vez plantea nuevas interrogantes, que llevan a nuevos significados y, por tanto, a nuevas sorpresas. ¿Qué sentido tiene, en este contexto literario, la voz toro? El rasgo distintivo del toro es su bravura, su valentía para enfrentar el destino. La frase acarrea un sentido social en su visión del mundo, pues la valentía únicamente tiene significado en relación al hombre.
Las palabras, los sonidos articulados, las grafías que los representan, son el cuerpo que oímos y vemos, en cambio, el sentido invisible e intangible es el espíritu. El alma que alienta al verbum deja de ser individual para ser colectiva, ya que la palabra permite la comunicación con el otro, este logos es el que hereda la cultura al yo individual, al yo colectivo, pues el hombre hereda al hombre.
Entender el espíritu que anima a un pueblo, únicamente se puede realizar a través de su verbum, de su logos, que de una u otra forma da las razones del ser individual y colectivo.
Pareciera que las reglas de comunicación juegan con el lector, puesto que la expresión transportadora del contenido admite diversas lecturas, lo que autoriza cuestionar la frase: media luna las armas de su frente, y plantear las preguntas siguientes: ¿dónde está el contenido toro?, ¿dónde está el contenido valentía? Estos contenidos inéditos nacen de las relaciones que se establecen entre las unidades del conjunto. De lo aquí expuesto surgen al menos tres posibilidades de lectura: la denotativa, donde la expresión es paralela al contenido; la connotativa, lectura que rompe el paralelismo entre la expresión y el contenido; la tercera lectura es una abstracción total, ya que el lector sólo separa los rasgos pertinentes de significado, con los que construye el propio referente. Es a partir de estas estructuras donde se sustenta la concepción del mundo que revela el ser de una sociedad.
El docente de la asignatura de la literatura comprende la necesidad de solidificar su argumentación, en el análisis textual, con el conocimiento de la cultura de la sociedad a la que corresponde el texto estudiado. Es claro que, primero, cualquier docente ha de entender para luego explicar, de esta manera, las razones para la argumentación tienen, como límite, la capacidad del hombre para emitir o recibir los mensajes contenidos en lo que le es propio, es decir, en su idioma.
El lector suspicaz es consciente de la presencia, sobre todo en las buenas obras de literatura, de una filosofía que soporta una ideología o visión del mundo, que exhibe, al mismo tiempo, al individuo y a la sociedad.
Se presenta en el cuento Ooka y el olor robado, tomado de la literatura japonesa, la ética de un pueblo que revela el propio sistema de valores y con éste la propia ideología, en donde la narración enajena contenidos de la filosofía taoísta.
La concepción y las ideas tomadas del pensamiento taoísta, que se aplican al trabajo, son las siguientes:
EL TAOÍSMO puede ser una religión, una ética, un sistema del mundo y una inspiración que se insinúa sin esfuerzo en toda la actividad de los pueblos orientales. La denominación de taoísmo deriva de Tao que significa: la vía, el camino. El Tao es lo real auténtico, existente por sí mismo, animado por un movimiento autónomo; es un camino que anda. Es, al mismo tiempo, la referencia de todo lo que existe. La vía acoge a quien la encuentra, o, mejor, a quien la vuelve a encontrar.
Lectura del cuento: Ooka y el olor robado.
Ooka y el olor robado, ¿acaso, se puede robar un olor?, ¿acaso, hay juez que juzgue acerca de un olor robado?, ¿cuál es el olor que se roba?, ¿acaso, Ooka es quien juzga acerca del olor robado?
Ooka y el olor robado
I.G. Edmonds
Versión: Sergio Núñez Guzmán
Ahora, esto pasó así, en los días del viejo Yedo, como una vez se llamó Tokio, en donde los cuentistas narraban maravillosas historias de agudeza y sabiduría de su Honorable Honor, Ooka Tadasuke. Este famoso juez nunca rehusó escuchar una querella, aun si pareciera extraña y fuera de toda razón. Las personas algunas veces venían a su corte con los casos más raros pero Ooka siempre estaba de acuerdo en escucharlos. Y el caso más extraño de todos fue el famoso caso del olor robado.
Todo empezó cuando un estudiante pobre rentó un cuarto sobre una fonda, donde se freía la comida que se vendía. El estudiante era un joven muy simpático, pero el fondero era un miserable pues creía que todos trataban de robarlo. Un día escuchó al estudiante hablando con uno de sus amigos.
“Es triste ser tan pobre que sólo uno pueda comer puro arroz”. El amigo se quejaba.
“Oh”, dijo el estudiante, “encontré una respuesta muy satisfactoria al problema. Como mi arroz cada día mientras el fondero en el piso bajo fríe su pescado. El olor sube, y mi humilde arroz parece tener mucho más sabor. Es, en realidad, el olor, tú sabes, el que hace que las cosas sepan tan bien”.
El fondero se puso furioso. Pensar que alguno gozaba gratis el olor de su pescado. “Ladrón”, gritó. “Te demandaré para que me pagues por los olores que me has robado”.
“Un olor es un olor”, el joven contestó. “Cualquiera puede oler lo que quiera. No te pagaré nada”. Morado de coraje, el fondero corrió a la corte de Ooka y demandó al estudiante por robo. Por supuesto, todo el mundo se rió de él, porque... ¿cómo podría alguien robar un olor? Ooka seguramente  enviaría al hombre al carajo. Pero, para sorpresa de todo el mundo, el juez estuvo de acuerdo en escuchar el caso.
Toda la gente estuvo a tiempo en la corte. Ooka explicaba: “si este hombre percibe lo suficiente acerca de sus olores para hacer una demanda está en su derecho para que yo, como magistrado de la ciudad, escuche el caso”. Frunció el ceño a los diversos espectadores.
Con seriedad Ooka se sentó en el estrado y escuchó  la evidencia. Entonces entregó su veredicto.
“El estudiante es obviamente culpable”, dijo con seriedad. “Tomar la propiedad de otra persona es robo, y no puedo ver que un olor sea diferente de cualquier otra posesión”.
El fondero estaba encantado, pero el estudiante estaba horrorizado. Era muy pobre y por lo menos debía al fondero tres meses de olores. Seguramente iría a parar a la cárcel.
“¿Cuánto dinero tienes?” Le preguntó Ooka.
“Sólo cinco monedas, Honorable Honor”, contestó el muchacho. “Y las necesito para pagar mi renta, o seré arrojado a la calle”.
“Permíteme ver las monedas”, dijo el juez.
El joven las mostró en su mano. Ooka asintió y le dijo que las dejara caer de una mano a otra.
El juez escuchó el grato tintineo de las monedas y dijo al fondero: “Ya fuiste pagado. Si tienes algunas otras demandas en el futuro, por favor tráelas a esta corte. Es nuestro deseo que todas las injusticias sean castigadas y toda virtud recompensada”.
“Pero, Su Honorabilísimo Honor”, el fondero protestó: “No conseguí el dinero. El ladrón lo dejó caer de una de sus manos a la otra. ¡Ve! No tengo nada”. Levantó sus manos vacías mostrándolas al juez.
Ooka lo vio seriamente. “Es fallo de la corte que el castigo iguale al delito. He decidido que el precio del olor de la comida sea el sonido de las monedas. La justicia como de costumbre ha prevalecido en mi corte”.
Este apólogo trata de un robo, pero de un robo increíble, ya que es imposible robar un olor; entonces, ¿qué se roba? Hay alguien que denuncia el robo de olor, lo que está fuera de toda lógica, puesto que los olores son intocables e inaprensibles; sin embargo, hay otro alguien que está dispuesto a emitir un fallo acerca de este hecho.
La contestación al acto del robo es lo dicho por el juez Ooka: un robo es un robo. Lo que juez afirma, categórico, es que un robo es un robo, pues sólo así justifica su ser, el ser juez, el impartir justicia. Lo que parece injustificado, puesto que no puede ser delito, es el juicio establecido por un olor robado. La pregunta es: ¿por qué el juez Ooka juzga el caso del olor robado? Ooka juzga porque lo que quiere robar el fondero, es lo que justifica el ser de Ooka, el ser juez, el ser la justicia.
Ooka es la justicia impartida al pueblo, la justicia emanada de la narración como un ser real y autosuficiente, que existe por sí mismo, inaprensible, percibida en la alternancia de otros seres: los hombres en busca de justicia, de la vía o del camino que permite la felicidad.
La reflexión aprueba recuperar la teoría. En la primera lectura denotativa: el olor se comprende como un olor, y el robo como un robo; en la segunda lectura connotativa: el olor es lo inmaterial, es lo que no se puede robar, así, el olor es algo más que el olor, y el robo es el robo de lo intangible, en esta lectura connotativa la expresión olor no corresponde al contenido olor, ni tampoco la expresión robo corresponde al contenido robo.
En la tercera lectura ideológica o visión del mundo se da una aleación de significados que da como resultado una simbiosis donde se expresa al ser del juez Ooka: la justicia.
La ideología radica en la visión que cada uno de los personajes tiene de la realidad, pues el fondero, al querer cobrar los olores de su cocina, comete injusticia, y el juez Ooka, también, en apariencia, es injusto, y niega la razón de su ser.
La hermosa sorpresa del juez Ooka es su dictamen: “Es fallo de la corte que el castigo iguale al delito. He decidido que el precio del olor de la comida sea el sonido de las monedas. La justicia como de costumbre ha prevalecido en mi corte”, con lo que se restablece la esencia del juez Ooka: la justicia, y con ello el equilibrio social: la paz, el camino a seguir, el TAO, que ilumina la conducta del hombre.
¿Cuántos jueces Ooka necesita nuestra sociedad para encontrar la justicia?

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