lunes, 31 de marzo de 2014

'Viaje al paraíso (IV de IV) por Sergio Núñez Guzmán



        
VIAJE AL PARAÍSO (IV de IV)

Sergio Núñez Guzmán


El rugir del camión habla de las asperezas del camino montañoso. Ese pasajero y aquél guardan silencio, buscan la distracción en la película iniciada hace  unos minutos o, tal vez, hace unas horas, porque tú, como péndulo de reloj antiguo, cuentas las vueltas del camino con tu ir y venir, acaso piensas, en qué sueñas. Sueño que veo el verdor de los cultivos, y la vista contempla la aridez expresada en la riqueza de los diferentes tonos de un café seco,  propio del desierto con arbustos y abrojos faltos de caricias humanas. Y la alegría de la vida de un campo cultivado es una especie de recuerdo traído por la imaginación. Y ya no soy  yo, son los ojos que preguntan: ¿por qué? La mente compite en velocidad con la mirada y la razón se ilumina. Y una cabañita, en medio de la soledad, enseña la fantasía de la vida en la mujer inclinada sobre una piedra. Y la inteligencia se ofusca al ver aquellas chocitas abandonadas y semidestruidas. ¿Qué sucedió?  El noble camioncito devora  kilómetros. El paisaje cansa por su monotonía. La película de la tele aburre. Surge, en la vacía inmensidad, el ensayo de lo que quiso ser una casa, los muros colocados, los techos puestos, las  ventanas destrozadas, las paredes con innecesarios agujeros hechos por invasores de paso, y todo y toda invadida por malas yerbas y peores recuerdos. El ideal de un sueño se rompió. La ilusión de una voluntad muestra su triste destrucción. ¿Qué es la derrota? ¿Qué es el triunfo? ¿Qué es la vida? Y, más adelante, en la cumbre de una colina, la sorpresa de una cabaña con antena parabólica y campos sin cultivar, abandonados.  Los ojos cansados de ver intentan ocultarse en el artificio de la insípida película.  El autobús corre, corre por paisajes destructores de sueños. ¿Qué importa? Nos detenemos. ¿Problemas en una llanta? Estamos casi en la cumbre de una montaña. El paisaje es hermoso y los ojos persiguen el descanso en un brillo no muy lejano, se busca la razón del resplandor. Una camioneta de cristales polarizados aparece en el horizonte frente a una choza  miserable, y el Pinocho de la película interroga: ¿por qué?
La luz, que alumbra la verdad de las barrancas, desaparece, según se oculta el sol. Y la oscuridad se funde con el silencio parlanchín del paisaje.                                           



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