sábado, 8 de febrero de 2014

Las cascadas de agua azul. Sergio Nùñez Guzmàn



Las cascadas de agua azul.
Sergio Núñez Guzmán
         Agosto 1990

Bajé acalorado del autobús, lo primero que vi fue una güera en cuclillas con lo que supuse era un traje típico de la región. Vi que un hombre con larga cabellera y un taparrabo de cuero se acercó con gran confianza a la güera, e intervino en la plática que ella tenía con un comprador. Un niño apareció con el mismo atuendo que el hombre, pero su piel no era semejante a la del hombre sino a la de la mujer. El niño corrió y brincó al agua, agua, agua por todas partes.


El agua caía de cascada en cascada, era una continua sorpresa  de mil formas en colores bañados de luz con infinitas tonalidades.

Los rayos de sol traspasan las cúpulas de altísimos árboles e iluminan con un suave matiz verdoso las orillas del río, color y calor que emergen en forma de brizna refrescante, convertida en neblina que negrea las cavidades que ocultan remansos de agua hecha cristal. Rayos centelleantes golpean a plomo el dorso de las cascadas que resplandecen en sus bordes con una blancura diamantina, y del grueso de la columna de agua nace un azul, por unos momentos, fuerte, y en otros, claro y trasparente, un azul arrebatado al cielo, un azul táctil en las gotas acariciadoras del agua que se estrella y salta en astillas de luz y color. Y el río sigue su curso como un fuego de colores que hace arder los sentidos.

La gente, apenas cubierta, nadaba, en aquel paraíso donde la naturaleza derrama sus dones.

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