sábado, 8 de febrero de 2014

Cozumel. Sergio Nùñez Guzmàn



Cozumel
Sergio Núñez Guzmán
         Agosto 1991

-Háblame de Cozumel.
-¿Para qué o por qué?
-Tan a flor de piel tienes tu mexicana sensibilidad.
-Quisiera responderte que todo es fantasía, y que son palabras que se lleva el viento; pero... si te contesto es porque espero despertar tu conciencia y la mía de mexicanos.
-Pero despiértala bien, porque a veces no te entiendo
-¿No me entiendes?
-Sí, lo de dedcima caye.
-¿Cómo es posible que se escriba inglés sin faltas de ortografía? Sí, lo de down town,  que los prestadores de servicio pronuncian daun taun y que no pronuncian doun toun. Si escribes dedsima kaie, lo estás escribiendo muy mal, estás destruyendo nuestra lengua, aquello que permite identificarnos como mexicanos, aquello que consiente conocer y ahondar en nuestras propias raíces. Trata de imaginarte a un güero que por presiones económicas y presiones imperialistas se vea obligado a decir doun toun.
-Es incomprensible.
-Pues lo mismo es con el español en dedsíma kaíe.
-No entiendo. No se entiende.
-Ves, ni tú ni yo, lo entendemos.
-Pero, esto no te sucedió en Cozumel, esto te sucedió en Cancun. ¿Qué te sucedió en Cozumel?
-En Cozumel, ¡ay!, en Cozumel. En una tiendita situada no en una de las principales calles vi el siguiente anuncio: "We speak english, french, german. Se abla espagnol".
-¿Realmente eso viste?
         -Ahora que estoy aquí, platicando contigo, deseo imaginar que todo fue un sueño; sin embargo, la realidad es otra y esa realidad con toda su crudeza es nuestra.
-¿Por qué guardas silencio?
-Porque simplemente duele.


-Pero qué te duele.
-Tener que hablar inglés, una lengua extranjera, en mi propia tierra. Y que nuestro español esté pisoteado por propios y extraños.
-Y, ¿por qué lo dices?
-Porque primero se hablan otras lenguas y casi o más bien sin el casi se nos hace el favor de decir que también se habla español, y yo me pregunto qué clase de "espagnol" es el que se habla. No me pidas que te explique lo que se lleva en el cuerpo y en el alma, la lengua que nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos.
-Tu visión es muy pesimista.
-Y, ¿cuál es el principio de realidad?
-No lo comprendo.
-El mundo que construimos con estas palabras que nos permiten ser lo que somos. Y no me digas que no entiendes puesto que si estamos aquí es porque nos entendemos y nos entendemos porque tanto tú como yo, hablamos español. Es lo que nos permite estar aquí y ser ahora, sin nuestro español no estaríamos hablando y por tanto no podríamos ser ni estar.
-Ya te entendí, cuando permitimos que destruyan nuestras palabras, nuestra lengua, están destruyendo nuestro ser y nuestro estar.
-Es importantísimo el ser conscientes de lo que somos para defender lo nuestro, aquello que nos permite ser y estar.
-Oye, estamos locos.
-No, no lo estamos. Tenemos que aprender a defender lo nuestro.
-¿Estás enojado?
-No, estoy molesto porque nosotros, los mexicanos, somos tan inconscientes que permitimos se desplacen nuestras palabras por otras extranjeras como lo de down town. ¿Por qué el camión para el público "mexicano" no decía simplemente centro?
-¿Estás cansado?
-Un poco. Quiero recordar algunas cosas que me traen otros recuerdos.
-Supongo que son recuerdos gratos.
-Sí, aquel restaurante de pobres mexicanos en donde comí un delicioso pescado frito y que pagué con gusto por la amable atención de unos paisanos, defeños como yo, y que nos atendieron muy bien.


-Pero te cobraron.
-Claro, pero en pesos mexicanos.
-Pero... con faltas de ortografía.
-Claro, pero con nuestras faltas de "hortografia".
-¿Qué más viste? Te has quedado callado. Sígueme platicando, veo en tus labios una sonrisa. Tus ojos brillan. ¿Por qué? Háblame.
-Fuimos a la playa mi mujer y yo. Nos metimos al mar y buscamos la caricia de las aguas y siguiendo las manchas de lo que pensamos eran peces nos alejamos del grupo y mi mujer repentinamente me detuvo y me dijo no volties y yo, naturalmente, voltié.
-No calles. Hablas con tu sonrisa.
-Vi a un grupo de jóvenes desnudas y desnudos. La expresión de la juventud y la belleza.
-¿Te escandalizaste?
-No, admiré lo que me pareció un cuadro de algún pintor renacentista. Pensé, no sé por qué, en el génesis bíblico, en Adán y Eva en el paraíso, y quise entender el por qué todos esos extranjeros vienen aquí a nuestro México a buscar el paraíso que seguramente no tienen en su tierra. ¡Qué bellas mujeres! exclamé. Mi mujer añadió ¡qué bellos hombres!. Yo tan sólo toqué el traje de baño de mi mujer.
-Platícame del hotel donde estuviste.


-Te platicaré de la sorpresa que tuve en el restaurante del hotel en donde me hospedé. Los compañeros de grupo nos avisaron que el desayuno buffet era bueno y no muy caro, por lo que decidimos ir ahí. Los meseros mexicanos atendían con esmero y cuidado a los clientes y estando desayunando, una mujer de la tercera edad modesta, pero elegantemente vestida e indudablemente extranjera, se acercó a nuestra mesa, sirviendo el café, y yo, con un inglés libresco, le pregunté que de dónde era y ella contestó, en un inglés españolizado yo ser de Oregón. Añadí en un inglés aprendido en la escuela: What are un doing here?  (¿qué hace usted aquí?) Respondió: Servir café para usted. Respuesta que me intrigo. Y volví a interrogar: Are you happy here? (¿Es usted feliz aquí?) Y ella sonriendo, contestó Yes, yes. ( Sí,) Y yo tal vez la sorprendí diciéndole, entonces, Are you the owner of this hotel? (¿Es usted la dueña de este hotel?), a lo que volvió a contestar, Yes, yes. (Sí, si.) Y yo agregué, entonces, Can you give me some work? (¿Puede usted darme trabajo?) y ella, sin inmutarse, dijo, Yes, (Si). And I added, right now.  (Y yo dije, pero ya, ahora, y ella volvió a decir, Yes. (Mi plática en inglés,  con la amable señora de Oregón, me trajo problemas con el guía de turistas, que más tarde entendería, cuando supe que no hablaba inglés.)
 En este hoy, cuando reflexiono en aquel momento vivido, pienso en mi incapacidad para ser libre, por qué no fui capaz de tomar una decisión y permanecer en el paraíso, y me digo, también se huye del paraíso porque ese paraíso no es el mío, porque es un paraíso mexicano en manos de extraños, porque sé que nuestro mundo está cambiando y no sé qué cambios aceptar y qué cambios rechazar.
-Ya volviste a tus teorías, se práctico.
-Entonces... callaré.
-No calles, estoy seguro que tienes mucho más que decir
-¿Por qué estás tan seguro?
-Porque tu boca se marca con una sonrisa irónica.
-Recuerdo un mediodía en donde el sol caía a plomo y que materialmente bañados en sudor, buscábamos algo fresco; al frente vimos refrigeradores propios de una  nevería. No esperé más, dejé a mi mujer en la sombra de un árbol y atravesé en busca de la nieve. Tuve que hacer ruido para que alguien me atendiera. Un joven se asomó y sacudiéndose un delantal y al mismo tiempo secándose las manos me dijo ¿por qué viene tan mojado? Y yo le contesté  porque estoy sudando. Y con una ironía en su rostro añadió ¿pues de dónde viene? Y yo respondí del infierno.Y él subrayó la ironía de su rostro con lo que quise suponer era una sonrisa, yo, a mi vez, lo interrogué, y tú ¿de dónde vienes? Del infierno, dijo. Yo agregué pues somos paisanos y por tanto espero que no me cambies el precio de la nieve. No, respondió él, pero se la daré caliente. Y efectivamente me la dio caliente pues cuando llegué con mi mujer, después de atravesar la calle, la nieve se estaba derritiendo.
-Seguramente, ese chavo era defeño como tú. -Y, ¿saliste de Cozumel?
-No, ahora recuerdo algo más. No seas impaciente, ahora te lo cuento. Un compañero de viaje fue con nosotros desde el hotel al centro de Cozumel, que naturalmente está en el muelle donde atracan los grandes barcos, que nosotros sólo vemos en los anuncios de televisión. Al voltear en una esquina relativamente lejana del muelle, nuestro compañero exclamó: ¡qué edificio tan grande! y ¡qué extraño! y más extraño es que no lo hayamos visto ayer cuando desembarcamos. Alguien del mismo grupo, aunque retirado de nosotros, dijo la técnica ha avanzado muchísimo. Y aquel compañero respondió pero... pueden construirse tales edificios y de tal tamaño de un día para otro. Y alguien más añadió y mira ¡qué rara construcción!, con un espolón por delante y chimeneas en el último piso. Y aquel ingenuo o tal vez... exclamaba ¡está temblando!, ¡está temblando! no ven que se mueve. Reímos. Y yo sólo recordé a otros trasatlánticos.
- Pero dime ¿de qué trasatlánticos hablas?
-De los humanos, que dan calificaciones a los alumnos, sin merecerla.


-Y finalmente, ¿saliste de Cozumel?
-Cozumel se ha quedado en mí, como la tentación de viajar al paraíso y de llegar a él en un hermoso camarote de uno de esos barcotes que aparentemente sin moverse atraviesan el mar. Llegar a Cozumel sin llegar, estar en Cozumel sin estar.
-Entonces, ¿dónde vas a estar?
-Voy a estar en la albercota de agua dulce del décimo piso de un buquesote en medio del mar.
-Ahora sí, me haces reír. Es que acaso, esperas encontrar otro cuadro de algún pintor renacentista.
-Sí, con mi salario mínimo.
-Sueña mexicano, sueña.
Adiós sueños, adiós ensoñaciones, adiós Cozumel.

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