EL VOLADOR
Sergio
Núñez Guzmán
Agosto 1991
Soñaba despierto. Aquel tamborileo y el agudo
sonido de la flauta eran el preámbulo de un sueño que se repetía, una y otra
vez, como una plegaria. Los hombres se lanzaban al vacío, extendían sus brazos
y... hechos sombras se despedazaban entre el verde brillante de las plantas.
Sólo un hombre erecto sobre la punta del altísimo tronco se atrevía a bailar en
aquella superficie en donde sus pies no cabían. Aquella danza era una
invocación a los dioses. ¡Cómo entender aquella osadía! El hombre movía los
pies y el cuerpo al ritmo de su propia flauta y tamborcillo. Danzaba sobre un
solo pie. Volvía la cabeza al cielo y sus dioses se hacían presentes, exigían
aquel tributo. Los voladores presentaban la ofrenda de su propia vida, se arrojaban al espacio mítico de su fe, de
su creencia. El danzante rodeado de cielo, con su música y baile, invocaba y
recibía el favor de los dioses, mientras, nosotros, puestos los pies sobre la
tierra, éramos marcados por la indefinición del silencio y la quietud. Sólo él,
señalado por el rayo de sol que penetraba las nubes, recibía nuestro aplauso y
admiración. Con su encumbrada danza desafiaba la inmensidad del abismo y
permanecía en la cúspide de su fervor. Yo, nosotros, contemplábamos aquel
milagro que no lograba conmovernos del todo. Una exclamación surgió cuando sólo
el cuerpo del danzante se vió iluminado y, la obscuridad hecha por la nublazón,
nos cubrió. De algunos labios surgió una invocación al Ser Supremo. La
naturaleza parece asombrar con su grandiosidad y sus misterios a nuestros
espíritus. Aquel creyente señalaba, en el espacio, la oposición con nosotros,
seres humanos de indiferencia. Ese hombre anónimo, representante de su raza, era
sinónimo de fe, con sus actos demostraba lo que era y lo que será. Nosotros,
acaso, nos atreveremos a demostrar
nuestro ser con nuestro hacer.
Como respuesta únicamente hay indiferencia traducida en indefinición.
Me gustó muchísimo este cuento. ¡Muchas felicidades! ¡Y qué gusto leerte por acá en internet! Por fin tengo la oportunidad de leer tus trabajos, tío. Ojalá sigas publicando muchos más.
ResponderEliminarTe mando muchos abrazos,
Ricardo Javier Cruz Núñez